POR MI DIABLO
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Soy un hombre de costumbres, todas ellas, malas. Despierto de mi letargo vespertino, perezosamente despego mi rostro de la babeada almohada, me paro frente al espejo. Me rasuro y fumo mientras hablamos.
¿Vas a salir?
¿Se nota?
No. Pero como sales todos los días, supongo que hoy también lo harás.
Voy a salir.
¿Y a dónde vamos?
Voy... al mismo lugar de siempre.
¿Hoy también?
Exacto. Que perceptivo.
¡Oh! No es posible. ¿En verdad crees en todas esas estupideces románticas de tus sueños?
Soy un hombre muy supersticioso.
Mira, un hombre como tú, debe tener a una mujer como tú. Búscate a una fea, a una gorda, a una deforme ¡o a una ciega!
¿No habíamos tenido esta conversación antes?
Salgo de mi casa, es un hermoso día nublado. Doy un paso con el mismo pie con que lo hago todos los días, para recorrer el mismo camino que recorro a diario.
Paso por un estrecho callejón gris a medida que salgo a una transcurrida avenida que cruzo por el puente peatonal, paso por una pequeña tienda en donde me detengo a comprar cigarros. Continúo el camino. Doblo a la izquierda al llegar a la esquina y finalmente llego a una modesta cafetería de corte italiano que algún día he de atreverme a visitar.
Me detengo a sacar un tabaco. Lo coloco en mi boca y saco el encendedor. Una gota de lluvia aterriza en la mano con que lo sostengo. Levanto el rostro alzando la mirada y cae otra gota justo entre mis ojos, cae una más en mi zapato, otra más en mi costado. Cae otra más y gota a gota empieza una fuerte lluvia que me impide encender mi cigarro.
Comúnmente no me importa y continúo mi caminata bajo la lluvia, pero en esta ocasión me resguardo bajo la puerta de la cafetería. En donde se encuentra un tipo bastante apuesto; cabeza rapada, ojos azules. Su nariz tiene el tabique recto, poco respingado y su cara posee esa rara expresión inexpresiva, que puede volver a una persona irresistiblemente encantadora. Sin embargo, su presencia me alarma.
- ¿Quién eres tú? – pregunto sorprendido.
- Pues... – contesta poniéndose un puro en la boca – soy Poe.
Poe, definitivamente no es lo que esperaba encontrar.
- ¿Qué haces aquí?
- Espero a que pare de llover... ¿Que querías? ¿Qué estuviera esperando al amor de mi vida?
- ¡No! Aquí es donde yo espero al amor de mi vida.
Respondí rotundamente, no iba a permitir que este tipo usurpara el lugar que el destino ha designado para mí.
- Vaya… ¡Pues aquí estoy! Aunque no me agrade la idea...
- ¿Qué insinúas? No. Claro que no. Vete de aquí, lo estas arruinando.
- No me parece, la lluvia esta muy fuerte y si me mojo, después me esponjo – decía, a la vez que buscaba algo en su pantalón y su gabardina. – Pues lo he perdido – dijo para sí mismo como resignándose, entonces me vio encender mi cigarro. -¿No enciendes el mío?
Lo hice.
- Tranquilo amigo, esperemos juntos al amor de nuestras vidas – comentó dándome unas palmaditas en la espalda.
Definitivamente muchas veces parece que todo va a salir perfecto y, a Dios, le da por aflojar el esfínter.
2 comentarios:
Ya por favor pon algo interesante sobre ajedrez...
ahora si jero, Puras mmadas andas publicando, aburres
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