POR MI DIABLO
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En realidad no importa; no sé por qué lo hago o por qué lo sigue haciendo; no sirve dar explicaciones. Los motivos no cambian los hechos pero, por alguna razón, la gente siempre trata de justificarse, como si eso mitigara o compensara el daño que acarrean las consecuencias de sus acciones.
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Me citó en el puente peatonal donde nos conocimos, llegué quince minutos antes como es mi costumbre y esperé. Mi corazón latía a un ritmo acelerado mientras el mundo avanzaba cada vez más despacio. Me temblaban las manos y mis piernas sudaban mientras intentaba distraerme mirando pasar los coches. Respiraba profundamente tratando de tranquilizarme mientras pensaba las mil razones que ella podría tener para verme una vez más; ¿Quería que le devolviera su colección de besos y caricias, deseaba tal vez pedir perdón arrepentida y volver a mi lado? ¿Qué más daba?, no podía acceder a ninguna de ambas peticiones: Lo primero no podía devolverlo, pues lo coloqué en una pequeña caja que, a su vez, guarde en algún lugar al cual puedo volver de vez en vez a rumiar mis sentimientos; y la segunda, por que no quiero, nunca lo he querido y nunca aceptare lo contrario.
Finalmente se presentó. Mi sudor se volvió frío, mi corazón empezó a latir cada vez más despacio, mientras el mundo avanzaba a un ritmo acelerado. Ella me miro llena de compasión, porque no quiero decir que era pura lastima. La observe con particular atención y es que por un largo momento no pude articular oración coherente. Lucía, como siempre lucen quienes han jugado con tu cariño: aborrecible, y a la vez, fascinante.
Nos encontramos frente a frente, cara a cara, y empezamos a pretender. Yo comencé a fingir que no me importaba lo que ella decía, y ella comenzó a fingir que le importaba lo que yo sentía.
Cuando alguien traiciona tu amor, siempre tratas de demostrar que no duele, que puedes vivir sin ella, que ha cometido el error más grande de su vida al lastimarte con su ausencia y que, de nada sirve que tan arrepentida éste, te ha perdido para siempre. Y es que en el fondo siempre queda clavada esa estúpida espinita, esa absurda esperanza que nos hace pensar que en cualquier momento esa persona que te lastimó, se dará cuenta de su error. Se arrepentirá, correrá suplicante a pedirte perdón, y entonces despertaremos de ésta pesadilla para volver al sueño en el que fuimos felices.
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