POR MI DIABLO
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Cae la noche y nos invita a ese mundo de ensueño que sólo se puede encontrar en la intimidad de la noche, en las drogas y el amor.
Toda la tarde escuchándola balbucear y aún no ha dicho nada que haga que valga la pena haber vuelto a verla; aún no ha dicho que me extraña.
Sus ojos son hipnóticos; su lengua viperina me adormece; de su boca brota ponzoña y me salpica. Una de sus orejas se escama y cae a pedazos; sale de ella una cucaracha con una guitarra y se va a tocarle serenata a alguien más. Uno de sus senos despierta bajo el embrujo de la luna llena y a patadas despierta a su compañero. Juntos deciden cantarme; se despiden de mí con dulces sonrisas.
- ¡Deja de verme el escote!
¿Por qué todas las mujeres con las que salgo dicen eso en alguna ocasión?
A través de la historia, hombres sabios fueron condenados, e inocentes subyugados, pueblos enteros fueron diezmados y extinguidos, simplemente por no tener la misma perspectiva.
Hace mucho oriente y occidente se encontraron por vez primera a través de la perspectiva de musulmanes y cristianos; y la primera mirada fue de terror. La perspectiva, es sin duda, peligrosa.
- Creo que tenemos diferentes perspectivas de la vida.
¡Estupendo! Me hace venir aquí, pasar toda la tarde a su lado, escuchar muchas historias estúpidas de nosotros, sólo ¡tan sólo para decirme eso! Como si no me hubiera dado cuenta antes.
¿Y? ¿Ahora qué?
Se irá y pretenderá que el hecho de que sepas que te deja por una diferencia de opinión lo vuelve menos doloroso.
Es sólo eso; una diferencia de opinión. Nunca me impidió amarla; podemos arreglarlo.
Sin embargo para ella fue razón suficiente.
Pero no es su culpa no ver las cosas igual que yo, hay que unificar criterios, es todo.
Deja de justificarla, la vida simplemente no tiene perspectivas. Ese fue uno de los pretextos más estúpidos que se han usado después de la rutina de “no eres tú, soy yo”.
Pero aún la quiero... como las flores necesitan del rocío por las mañanas, así la necesito.
Pero ella a ti no. Resígnate; se le acabo el amor.
Pero no dijo eso, no ha dicho que no me quiere; aun lo hace.
No, no lo hace.
¡Si lo hace!
Dime entonces ¿Su mirada se entristece en este momento como la tuya; se le quiebra la voz al hablarte; ves en sus ojos alguna otra intención aparte de la de salir corriendo de esta situación tan vergonzosa para ella y desdichada para ti?
Mire sus ojos, queriendo escudriñar su alma, pero me encontré a mí mismo reflejado en su mirada; una mirada fría e impersonal, como si contemplase una pintura que aunque aparente lo contrario yace sin vida frente a ella. Acaricie su cabello. Con mi cálida piel roce la suya helada, agaché la cabeza, cerré los ojos y tragué, tragué con fuerza y muy profundo.
¿Por qué no me clava la daga de una vez? ¿Por qué no me lo dice tal cual es?
No quiere dejar al descubierto su egoísmo, eso implica la posibilidad de ser lastimado.
Pero… pero… yo nunca la lastimaría
Ja ja ja, no mientas.
La luna ya se encuentra hinchada, molesta y hastiada sobre el mar, me mira con su único ojo irritado como si entre todas las cosas en el mundo, yo fuera la que más detestara.
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Es tarde y debemos despedirnos. Con un frío beso, agriamente, me murmura como intentando lastimarme.
- No pienses en mí.
Cierro los ojos. Algo despierta dentro de mi pecho, una sensación olvidada. Creí haberme desecho de ella hace tiempo; pero nunca se fue, siempre ha estado ahí, esperando pacientemente el momento de retornar y devorarme. Aprieto los puños y la rosa se pinta de rojo. Doy media vuelta y busco un cigarro en mi cartera. Entonces me da la impresión de que no la volveré a ver jamás y siento un impulso de hacerlo una vez más, una última vez, una más para sobrevivir más tiempo, una más para aletargar la agonía y alargarla. No voy a voltear, no voy a voltear, porque si lo hago voy a llorar como una niña. Inhalo la vital nicotina.
La siento a mis espaldas, exhalando el humo que al diluirse va contando historias y recuerdo de dos enamorados. Entonces, tras un suspiro, una lágrima escurre por su mejilla hasta tocar los labios que envenenaron mi mente. Y corre tras de mí, pero se detiene pocos pasos antes de alcanzarme. Estira el brazo intentando detenerme, queriendo gritar mi nombre, pero un nudo en la garganta se lo impide. Cae de rodillas llevándose las manos a la cara y solloza en silencio, bajo un claro rayo de luna mientras me alejo. O tal vez simplemente exhaló el humo de su cigarro antes de tirarlo, me observó una vez más, dio media vuelta y se fue. Pues soy yo el que llora. No debí haber volteado.
Que bien sabe. Todos probamos esa amarga ilusión, la falsa esperanza, la dulce decepción: La miel del escorpión. Me escurro las lágrimas mientras me alejo de aquel puente. Justo ahora un recuerdo decide visitarme, inoportuno, a mal hora regresas.
- Es que… no sé, tengo miedo – decía mientras la abrazaba llenándola de besos
- No te apures, es un puente que aun no tendremos que cruzar
- Pero tendremos – insistía acurrucada
- Temo que me lastimes, sé que un día, si las cosas andan mal, a ti no te importa y me dejarás
- Tú también lo harías.
- No es cierto – afirmaba… tonta.
- Bueno – le contesté para tranquilizarla – cruzaré ese puente al llegar a él. Hecho está.
Avanzo entre las sombras internándome en la incertidumbre. Al llegar a la oscuridad me detengo y toco la puerta un par de veces, la voz que responde pregunta que deseo
- ¿Puedo despertar ahora?
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