POR MI DIABLO
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“La gente es extraña, cuando eres extraño”
-THE DOORS.
Hay un lugar en alguna parte al que voy cuando dejo de pensar, cuando puedo apartar mi mente de mí, cuando puedo alejar el estrés y el miedo a vivir. Un lugar en donde miro al cielo sin dolor. En donde el viento galopa por las praderas. Todo es tranquilo y fresco como el césped por las mañanas.
Mi mano busca la suya y la encuentra buscando la mía. No necesito voltear, sé que sus ojos al igual que el cielo, estarán por siempre. Todo es justo como debe ser. Hay un lugar en alguna parte al que voy cuando fumo, todo es tranquilo y fresco, sobre todo si son mentolados. Y ahora se ha ido. Mi mano busca la suya sin encontrarla, no necesito voltear, sé que sólo hallaré las alas rotas de un recuerdo muerto.
Algo no me deja dormir, un estúpido zombie que vive debajo de mi cama, un muerto viviente, el despojo de algún sentimiento guardado que prefiero no encarar. Intranquilo me revuelco en la cama dando vueltas de un lado a otro, estoy como aturdido, no comprendo lo que pasa. Tallo mis ojos al despegar mi cara de las sabanas. Hay un problema con mi ojo derecho, todo esta nublado, no puedo ver nada con él, esta empañado. Lo saco de su órbita, le escupo y lo froto con una franela para limpiarlo, ahora todo está más claro; quiero un cigarro.
Veo sin atender lo que estoy mirando, percibo que alrededor hay una clase de polvo mágico de hada mágica de cuento infantil.
Maldita sea, tienes caspa.
La observo con atención. La caspa es un fino polvo blanco, como la cocaína pero gratis. Esto más bien es incoloro, casi intangible. No es caspa, es tristeza. Quiero un cigarro.
Realmente la extraño. A gritos apagados en una almohada. Mis ojos aún se cristalizan y se quiebran con el recuerdo. Me arranqué una arteria e hice un collar con mis lágrimas, subí a mi azotea y lo colgué en la luna. Para que cuando alguien se la baje junto a las estrellas, lo encuentre y se vista con mi dolor. Quiero un puto cigarro.
Soñé algo bonito. Trato con desesperación de recordarlo, pero por más que intento es inútil. Las imágenes se escapan diluyéndose en el aire como el humo de un cigarro. Me caería bien una fumada. Sólo logro aferrar a mí una sensación, que sin las palpables imágenes que la sostengan se vuelve frustrante.
Algo me perturba, necesito algo para calmar mi ansiedad. Algo hace falta en el mundo, algo que le de un fresco sabor a menta. Necesito algo para estar tranquilo, algo a que aferrarme. ¡Oh! Tengo antojo de un cigarrito.
Me da la sensación de estar esperando algo, aún no sé qué es y dudo saberlo cuando llegue, pero la espera se alarga, se vuelve cansada y aburrida. La ansiedad hambrienta, te traga para escupirte en cuanto se percata de tu mal sabor. Hace mucho no sentía esta ansiedad infantil. La sensación que más me aterra: La incertidumbre. Tan sutil como un hormigueo dentro de tu piel, tan intensa como el napalm entrando en tu cuerpo. Es muy parecido a la sensación de estar enamorado a la inversa. Mientras una es de arrojo, valor y alegría, esta es de espera, temor y tristeza.
Es muy difícil de explicar cuando te estas enamorando, pero fácil de entender cuando se tiene el corazón roto. Es una verdadera encrucijada. Una verdadera bifurcación en el camino, es como si en un lugar estuviera tu cuerpo y perdido en la profundidad de tus debilidades, estuvieras tú en exquisita agonía.
Uno de los caminos lleva a un lugar donde hay un arco iris, mariposas de sabores y cascadas de colores, hay mucha gente feliz, seguramente están muertos; el otro camino es oscuro e incierto; siempre he sido un aventurero. A un lado del camino encuentro a un conejo de ojos verdes fumando, le pido un toque. Responde haciendo señas obscenas y me invita a que lo siga. Me da la impresión de haber visto esto antes en una película para niños. Que se joda el conejo, no pienso meterme en ningún húmedo agujero apestoso.
Me adentro en la incertidumbre. Siento frío. Llego a un plantío extraño. Las plantas son de tallo largo y blanco, hojas rojas y flores amarillas. De ellas cuelgan cajetillas de cigarros Arranco una; de inmediato me provoco un profundo corte en el pecho y, ansiosamente, los introduzco uno por uno entre mis costillas. Me senté a platicar con un gusano campirano.
- ¿Qué pasa contigo?
- No lo sé – Respondí
- Te ves mal, amigo, y tienes mucha caspa.
- Esto no es caspa, es talco para las ideas.
- ¿Talco para las ideas?
- Si. Es para mantenerlas frescas y evitar el mal olor.
- ¿Y de dónde vienes amigo?
- No tengo idea... la verdad es... es que no tengo idea, estaba sentado en una nube dorada, parpadee y aparecí aquí.
- ¿Y cual es tu problema?
- ¿Quién te dijo que tengo problemas?
- Todo el que viene aquí, tiene problemas.
- Venir aquí ya es suficiente problema para mí.
- Anda, cuéntamelo todo, ¿Qué te aflige?
- Muchas cosas
- Muchas cosas ¿Cómo que?
- Me siento solo.
- Eso sin duda, estas hablando con un gusano
- Es que... la gente… no comprendo a las personas
- Yo no te comprendo a ti
- Es simple, primero te dicen que no te quieren querer, luego que te quieren y no quieren que las quieras, después que te quieren y quieren que las quieras y cuando lo haces, cuando las quieres sobre tu salud mental, cuando han logrado perder tu razón entre sus piernas y atado tu voluntad a la suya, ya no te quieren y lo peor, no quieren que las quieras, ¡Bah! La gente es extraña
- El común de la gente es extraña. Rostros salen de la lluvia cuando estas solo, las mujeres parecen perversas cuando no te desean, la gente es extraña.
Abrace a mi amigo como a un hermano, levantamos nuestras copas y brindamos, nos embriagamos y olvidamos. Al despedirnos me regaló su sombrero, le di mi numero telefónico y le pregunté su nombre, que olvide poco antes de despertar. Pero firmó el sombrero como “el Rey Lagarto”.
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